Dice mi amigo Rady que la palabra proferida es como una flecha que sale del arco que la lanza; una bella imagen que grafica o simboliza muy bien la fuerza o poder de la palabra emitida, ya sea en forma oral o escrita.
En la Semana Santa pasada los dos temas nacionales más importantes en nuestro país, fueron un caballo que se lastimó en las jineteadas del Prado y el cartel que puso el dueño de un bar de Pocitos, que decía, en inglés, que en dicho local no se admitían perros ni mejicanos (NO DOGS OR MEXICANS ALLOWED!). El decano de una facultad publicó un indignado tuit acusando de discriminación al dueño del local, tuit que fue “con copia” para el mismísimo Fiscal de Corte; la intendencia de Montevideo, prestamente, envió una inspección y abrió un expediente, la embajada de México presentó una queja formal ante Cancillería, el Ministerio de Trabajo se ocupó del tema, y el dueño del local fue cascoteado a mansalva en las redes sociales, e insultado también, en vivo y en directo.
De allí en más ríos de tinta, o bytes, corrieron por las redes sociales y demás medios de comunicación, en los que los cruzados de la moral y la ética, mostraron su indignación ante semejante acto de discriminación; menos el envío a la guillotina del dueño del bar, pidieron todo tipo de condenas. Ante la andanada de enjuiciamientos virtuales que ocuparon la atención nacional, el dueño del local, explicó que se trataba de una ironía, basada en la transcripción de una frase de una película de Tarantino (la cual solo los fanáticos del cineasta podrían recordar), que hacía referencia a una forma de discriminación habitual en una región de USA, a mediados del siglo diecinueve. No obstante dicha aclaración, el tema siguió ocupando los principales titulares, e incluso el decano que diera el puntapié inicial, redobló su apuesta con una extensa y soporífera carta abierta, en la que continuaba interpretando el cartel en forma literal.
Y todo ese lío por una palabrita que le faltó al cartel en cuestión.
Creo que de si de algo podemos acusar al dueño del bar es de torpeza, o si prefieren, de no entender como se maneja la comunicación en los tiempos que corren; intuyo que este señor debe ser una persona mayor, de mi edad por lo menos o más, es decir, de los que nos criamos sin los códigos comunicacionales de la actualidad. Somos de una generación en la que había tiempo para todo, incluso para charlar “personalmente” (no online), y donde siempre teníamos tiempo para extensas explicaciones de todo (como la carta del decano). Un cartel propagandístico, no da lugar a muchas explicaciones, se debe ser corto y preciso; para explicar que se trataba de una ironía, en otra época diríamos algo así como: Aclaración: lo de los perros y los mejicanos, es una cita de una película de Quentin Tarantino, llamada “Los ocho más odiados”, que recrea una situación normal en algunos bares del siglo diecinueve; una lamentable forma de discriminación. En definitiva, lo escribí en forma irónica, para hacerme el gracioso y resaltar una actitud detestable. Sean todos bienvenidos a mi bar, excepto los perros, muchas gracias. La única forma de dar esta explicación habría sido poner un cartel con toda esta perorata al lado del otro.
Pero estamos en el siglo XXI, el siglo de lo efímero y la frenética abreviación del idioma.
No soy de los que creen que hablar bien signifique hablar “complicado”, o empleando palabras ampulosas o adjetivando innecesariamente; por el contrario, me gusta hablar sencillo y empleo muchas palabras y frases del lunfardo o dichos populares, pero me resisto todavía al destrozo del idioma español. Pero por momentos siento que voy perdiendo por goleada. Y a veces debo reconocer que esos goles que me hacen, están muy bien hechos; un mensaje de texto, un WhatsApp, un tuit, un messenger, no pueden ser largos y nos obligan a sintetizar. Y en los tiempos que corren, hay una palabra que es insustituible a la hora de explicar que estamos diciendo algo en broma o con ironía, es decir, no literalmente; técnicamente es solo una interjección. Y miren como esa palabrita (x 2), de tan solo dos letras, podría haber evitado todo el fenomenal lío que se armó, si el dueño del local la hubiera incorporado al ya famosísimo cartel (funciona igual aunque la frase es en inglés): NO DOGS OR MEXICANS ALLOWED! !JA JA!

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